Los arquitectos Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal han sido galardonados con el Premio Pritzker, el certamen arquitectónico internacional con más renombre. Frente a otros años, marcados por una apuesta por las grandes estrellas de la disciplina, con sus altas torres y proyectos imposibles, el jurado ha preferido valorar una propuesta “humilde”, a dos creadores caracterizados por trabajar con bajos presupuestos y una vocación social. No sorprende que les hayan dado el premio en el año Covid, en estos tiempos en que la arquitectura se ha vuelto funcional hasta el punto que su influencia en la sociedad puede favorecer o empeorar la situación en una pandemia global, además del impacto medioambiental que ocasiona. El Pritzker 2021 ha ido a la sostenibilidad, la integración y el respeto a la arquitectura misma, premiando la labor de los franceses Lacaton y Vassal, quienes han desarrollado una tranquila carrera con obras sobrias y clientes austeros.
El dúo de arquitectos ha mantenido un respeto absoluto por los edificios que han intervenido a lo largo de su carrera, como ejemplifica su proyecto de la Torre Bois Le Pêtre en París. Al norte de la capital francesa se encontraba un bloque de viviendas que tuvieron que reformar entre 2005 y 2011, pero su iniciativa, en lugar de querer demoler o transformar totalmente la apariencia del edificio, fue mucho más conservadora desde un punto de vista arquitectónico. Consiguieron un resultado excelente manteniendo el esqueleto del bloque pero añadiendo espaciosas galerías que darían dinamismo y mejores condiciones de vida a los habitantes, que además costaron mucho menos que los derribos que se venían practicando en la época.
Dicen los arquitectos que su capacidad para estirar presupuestos y economizar recursos viene de la experiencia de Vassal en Níger, donde aprendió la increíble adaptación de la población local a las inclemencias del tiempo, que debían hacer con pocos medios. Un proyecto que ilustra la resiliencia de Lacaton y Vassel es, por ejemplo, la Casa Latapie en Burdeos. Para hacer frente al bajo presupuesto, la pareja empleó materiales industriales y propios de invernaderos, además del uso de elementos naturales, que también ensayaron en una vivienda en Lege-Cap Ferret. Como buenos arquitectos contemporáneos, también han construido y reformado universidades y centros de arte, como la Escuela de Arquitectura de Nantes o el Palais de Tokyo, donde, fieles a su estilo, dejaron el esqueleto original del edificio, configurando un espacio al mismo tiempo elegante y monumental.