Como cada otoño el mercado del arte ocupa todas las noticias de la prensa del arte. Y aunque nos empeñamos en alejar la creación artística de su mercado, parece que al final todo acaba siendo una misma cosa. Todo empieza con la proliferación de ferias de arte, que, si antes marcaban puntos álgidos en el curso de la temporada, ahora parece que están vivas todo el año, con sus variantes y dobletes. Art Basel, que antes hacía de su celebración en Suiza en el mes de junio, el colofón y prácticamente cierre de la temporada, ahora se multiplica por tres: la de Basel en junio, la de Miami en diciembre y la de París en octubre; y por supuesto Frieze con Londres y Nueva York… y cada feria con sus zonas de modernos y contemporáneas, sus secciones de obra de tamaños y formatos diferentes…ya lo cubren prácticamente todo, todas las posibilidades del mercado están ahí. El resto de las ferias, en diversos tamaños y eficacia, recogen los restos, bien por zonas geográficas bien por precios más económicos. Pero son las grandes ferias las que se reparten los precios millonarios, las que ofertan obras que pueden alcanzar cifras astronómicas, de nombres importantes. El resto ni se contabiliza.
En noviembre empieza la temporada de subastas y entonces podremos ver si esta situación a la baja se mantiene o cambia, pero, sobre todo, seguro que veremos algunas sorpresas
Todos sabemos que nunca en la historia de las ferias ninguna ha resaltado en las conclusiones a su cierre un descenso en las ventas ni en la asistencia del público, siempre es un éxito de público y un gran nivel de ventas con precios destacados; parece ser que, después del alza de ventas postpandemia, el mercado del arte se ha ralentizado. Sigue habiendo récords en algunas piezas extraordinarias o raras que llegan de colecciones privadas que se deshacen, pero las cifras bajan tanto en las ferias como en las subastas, esa segunda pata del mercado real del arte: subastas y ferias. Un informe de UBS y ART Basel informa que durante 2023 y la primera mitad del 2024 los grandes compradores (los que compran las piezas más caras) han reducido en un 32% sus gastos en compra de obra de arte, y en lo que respecta a los jóvenes coleccionista, los millennials, aquellos que compran por debajo del millón de dólares, la reducción está por encima del 50%. Posiblemente la inseguridad en diferentes partes de mundo, las guerras que se extienden, y otros productos al parecer más seguros para invertir, están afectando al mercado del arte. Al parecer nadie se cuestiona que los precios están llegando a un punto difícil de mantenerse.
El precio de la fruta sigue subiendo
En noviembre empieza la temporada de subastas y entonces podremos ver si esta situación a la baja se mantiene o cambia, pero, sobre todo, seguro que veremos algunas sorpresas. Y sin duda una de las piezas más destacadas será la obra de René Magritte: L’empire des lumières (1954), que Christie’s saca a la venta por más de 95 millones de dólares. Pero la pieza que va a centrar los comentarios, los chistes, las expectativas y posiblemente también una cierta parte de ese odio social que despiertan cada cierto tiempo algunas obras de arte será la que Sotheby’s subasta en Nueva York, y que esta expuesta al público desde el pasado 26 de octubre: Comedian de Maurizio Cattelan. Una pieza que se mostró por primera vez en Art Basel Miami en 2019 en el stand de la galería Perrotin, una edición de tres piezas, que se vendía cada una por 120.000 dólares, y que se convirtió inmediatamente en el chiste, el escándalo y la noticia de aquella temporada. Se vendieron las tres copias, una a un comprador desconocido, otra a una pareja de coleccionistas que la donaron al Museo Guggenheim de Nueva York y la tercera a una conocida empresaria del mundo artístico. Una de ellas es la que se subastará en noviembre, pero ahora su precio ya no está en 120.000 dólares, sino entre un millón y un millón y medio de dólares. Así vuelve el escandalo otra vez de la mano de Cattelan en su segunda temporada con un mismo y único guion.
Comedian es, en palabras del propio Cattelan, su primera escultura en 15 años y la definía como “un comentario sincero y una reflexión sobre lo que valoramos”. Hoy vemos como esa valoración cambia muy rápidamente. La pieza ha sido sin duda la más cuestionada de las últimas décadas a nivel internacional, para algunos una tomadura de pelo, una broma de mal gusto, y para otros el enésimo guiño irónico sobre el arte actual y su valoración. Recordemos que la obra consiste en una banana pegada a la pared con una cinta americana gris. A caballo entre la escultura, el ready made y el proyecto de instalación conceptual, no es el material el que define su valor, ya que se trata de objetos fabricados en serie que no tienen ninguna característica destacada ni manipulación artística ninguna, sino la idea y las instrucciones para su instalación. De hecho, la escultura que se subastara en Sotheby’s incluye el certificado de autenticidad y las instrucciones para fijarla en la pared, junto con la cinta americana gris y la banana.
Cuando se expuso en 2019 en Art Basel Miami se despertó tal interés por la pieza que tuvieron que retirarla antes de finalizar la feria y, hasta en dos ocasiones, alguien se comió el plátano en cuestión. Nuevamente la ironía surtió efecto en un público excesivamente dado a tomarse las cosas al pie de la letra. Aunque más que al público habría que señalar a un sector excesivamente falto de autocrítica y de sentido del humor, engreído y ajeno a la realidad social, y desde luego falto de memoria. No es la primera vez, ni será la última vez que el carácter de crítica, o de burla que un artista transmite a través de la obra se convierte en un caso que puede llegar incluso a la violencia, y especialmente a cuestionar cuál es la esencia real de la obra de arte. El penúltimo era Piero Manzoni con sus latas de “Mierda de Artista”, también con precios millonarios, y en lo que venía a afirmar que cualquier producto procedente de un artista era, sin duda alguna, una obra de arte. No sabemos de nadie que haya abierto una lata para ver si realmente dentro hay mierda, aunque no sea de artista. Y La Fuente de Marcel Duchamp, ¿ya la olvidaron todos?, les recuerdo por si se les ha olvidado que es un urinario de caballeros de cualquier baño público.
El plátano es la fruta favorita de los artistas
Tampoco es la primera vez que un plátano se convierte en protagonista de la escena artística. Andy Warhol, (¿quién si no?) eligió en 1967 un plátano para la portada del histórico álbum de la Velvet Underground & Nico, que haría famosa a Nico, y que pasaría a la historia como el Banana Album. Esta es una de las dos portadas más destacadas junto con la de Peter Blake para el álbum de los Beatles, el Sgt.Pepper’s en la historia de las covers de los vinilos. Warhol elige un plátano por dos razones: es un objeto cotidiano, vulgar, sin ningún valor añadido, al alcance de cualquiera; y además tiene un guiño sexual, descarado y provocador. En la portada original del disco, encima del plátano, había una pegatina que al despegarla… revelaba la fruta fálica debajo. Y así fue como el plátano, o la banana, se convirtió en un icono del arte contemporáneo.
Comedian es, en palabras del propio Cattelan, su primera escultura en 15 años y la definía como “un comentario sincero y una reflexión sobre lo que valoramos”
En Madrid, un buen día, en algún año de la década de 1980, empezaron a aparecer unos grafitis de unas bananas estampadas en las paredes, cerca de las galerías de arte, de lugares relacionados con el arte contemporáneo. Era una acción de José Luis Sarmiento, dando otra vuelta de tuerca al uso del plátano como símbolo artístico. De tal forma que, tal vez, en España no haya sorprendido tanto el éxito de esta pieza, al margen de su precio. En cualquier caso, a estas alturas de la vida sorprenderse de otra obra, otro gesto, de Maurizio Cattelan resulta un tanto naíf. Ya hemos asistido a demasiadas acciones similares, Jeff Koons con sus Hoover en vitrinas, también consiguió meter una aspiradora ya obsoleta, que cualquier ama de casa americana anterior a los 70 habría usado, en museos como el MoMA y el Pompidou. Sin hablar de las esquinas de grasa de Beuys o los “montones de tierra” de Richard Long (que por cierto a ambos se los barrieron en alguna ocasión las señoras de la limpieza de museos y ferias), o la pieza Una de cal y una de arena, de Wilfredo Prieto que también usó las ferias (con esta pieza, la feria mexicana ZONA MACO) para causar un poco de ruido. En ARCO, hace años, su Vaso de agua medio vacío (un vaso normal medio lleno de agua, sobre un pequeño estante volado en el muro) lo consiguió localmente, su precio creo recordar que era algo así como 200.000 euros (cito de memoria), y al parecer se vendió, algo imprescindible para que el “escandalo” sea efectivo. Como es evidente, no es tanto la obra, sino el lugar y el nombre más famoso, el momento más concreto, lo que hace que este tipo de obras se conviertan en lo que hoy se denomina “viral”. Su valor crítico es relativo en una sociedad capaz de metabolizar guerras, escándalos de todo tipo, y desgracias sin fin. Esperaremos a noviembre y a la subasta para ver a qué precio llega Comedian, un nombre por cierto más que apropiado para entender un poco mejor la intención del artista. En cualquier caso, en España tenemos refranes para casi todo, y desde luego también para este en concreto: “Solo el necio confunde valor con precio”.