Después de que algunas vanguardias del siglo pasado, especialmente el surrealismo, se interesaran por plasmar nuestra parte inconsciente, nuestros sueños, pareciera que, en la actualidad, ya no son nuestros sueños los que interesan; pareciera que hemos dirigido en gran medida la mirada hacia los dispositivos maquínicos, como si fueran sus sueños lo «verdaderamente importante», como si hubiésemos relegado en ellos el potencial transformador, imaginativo y subversivo de lo onírico. Pero estos sueños no son suyos claro, o no del todo, por lo menos. Estos consisten en sueños entrenados, para empezar; son además sueños constreñidos por el funcionamiento de un algoritmo que aprende con un sistema de machine learning; son finalmente sueños que parten de unas imágenes existentes, de unas imágenes humanas. De esta forma, estos nuevos «sueños profundos», sobre los que tanto escuchamos hablar hoy día, pueden aplicarse en muchos contextos (allí donde proliferan las imágenes, los relatos), también en los museos. Esta misma idea brotaba hace unos meses en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, que ha caído recientemente en un sueño profundo.
¿Qué soñaría una máquina después de ver la colección del MoMA? En Unsupervised, el artista Refik Anadol (1985) utiliza la inteligencia artificial para interpretar y transformar más de 200 años de arte del MoMA. Conocido por sus revolucionarias obras multimedia e instalaciones públicas, Anadol ha creado obras de arte digitales que se desarrollan en tiempo real, generando continuamente formas nuevas y sobrenaturales que envuelven al espectador en una instalación a gran escala.
Unsupervised moviliza una meditación sobre la tecnología, la creatividad y el arte moderno. Anadol ha entrenado un sofisticado modelo de aprendizaje automático para interpretar los datos públicos de la colección del MoMA. A medida que el modelo «camina» —o mejor dicho, deambula— a través de su propia concepción de esta vasta gama de obras, reimagina la historia del arte moderno y sueña con lo que esta podría haber sido… e incluso con lo que será en el futuro. A su vez, Anadol incorpora información específica del entorno del vestíbulo Gund de la planta baja del Museo —cambios de luz, movimiento, acústica y condiciones meteorológicas exteriores— para influir en las imágenes y el sonido, que cambian continuamente.
En su totalidad, el proyecto de Unsupervised ha constado de varias fases de sofisticado aprendizaje automático desarrolladas a lo largo de los últimos ocho años. Para empezar, el estudio de Anadol utilizó software de código abierto para buscar, ordenar y clasificar el conjunto de datos de acceso público de la colección del MoMA, creando un complejo mapa espacial del archivo en 1024 dimensiones. Después de esto, el estudio utilizó un modelo de aprendizaje automático conocido como red generativa antagónica (RGA) para navegar por el mapa del archivo y, tras meses de aprendizaje, crear perpetuamente nuevas formas e imágenes con la ayuda de un software de renderización personalizado y un superordenador. Las imágenes, que cambian constantemente, se reproducen casi instantáneamente, con una resolución asombrosamente alta, materializando lo que el artista denomina como «el «sueño» mecánico del arte moderno».
La IA se utiliza a menudo para clasificar, procesar y generar representaciones realistas del mundo. En cambio, Unsupervised es visionaria: explora la fantasía, la alucinación y la irracionalidad, creando una comprensión alternativa de la propia creación artística. La instalación se basa en obras codificadas en la cadena de bloques (blockchain), un libro de contabilidad digital distribuido que sirve de registro público del arte de Anadol. «Intento encontrar formas de conectar los recuerdos con el futuro», comentaba el artista, «y hacer visible lo invisible».
Además de poder contemplar la gigantesca instalación en el MoMA, los visitantes de Refik Anadol: Unsupervised tienen la oportunidad de conmemorar su experiencia con un recuerdo gratuito basado en blockchain, disponible a través de un código QR en el segundo piso, fuera del Atrio Marron. Es así como el sueño se convierte en una experiencia onírica compartida, entre la máquina, que muta a cada instante, y el visitante, que se lleva «un sueño» como souvenir. De esta forma, el «sueño profundo» del museo se disemina más allá de la institución. Se fragmenta y viaja, de hecho, al hogar de la mano del espectador. Allí, quizás, vuelva a ser soñado, una vez más.
(Refik Anadol: Unsupervised, en MoMA, Nueva York. Hasta el 5 de marzo de 2023)