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El cine como arte y reflejo de la sociedad

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Albert Serra, Tardes de soledad. Festival de San Sebastián

El otoño marca la temporada de los festivales de cine, eventos que, al margen del glamur de sus protagonistas y del evidente poder de un mercado millonario, se podrían analizar en paralelo con lo que significan las ferias de arte. Aunque las diferencias son obvias: el cine acapara los medios de prensa y horas en televisión, las ferias de arte son el más puro reflejo de una actividad endogámica por la que solamente se interesan los habitantes de ese mismo mundo del arte.

Mientras que las artes plásticas viven desde hace años una clara desmaterialización y un sesgo cada vez más autista y se aleja, lenta pero al parecer irreversiblemente, de los intereses y preocupaciones que afectan al ciudadano actual, encerrándose en cápsulas aisladas, bien de conceptualismo vacuo, bien de reivindicaciones ya repetitivas, o finalmente de un esteticismo ornamental excesivamente lejano e inalcanzable, es el cine el que está funcionando como espejo de la sociedad contemporánea.

Por las alfombras rojas no solamente desfilan las actrices y los galanes con vestidos y joyas prestadas por las más lujosas marcas, aunque ese artificio sea una llamarada mediática. Lo que hay que saber ver es que por esas alfombras, esas pasarelas de lujo, belleza y misterio también asoman los fantasmas de la sociedad moderna. Ya vimos en las últimas ediciones de Venecia y de Cannes películas que desvelaban la situación de la industria farmacéutica, un film premiado de Nan Goldin sobre esa epidemia mortal en los Estados Unidos, vimos la situación de las mujeres en los países árabes, de las guerras y las posibilidades de convivencia… En el cine se habla de todo, a veces directamente, otras simbólicamente, se habla de los miedos sociales, del infierno que puede ser la familia, del derecho a morir, y también del derecho a vivir. También se hace metalenguaje recayendo una y otra vez en la narración historia, el biopic de mitos y protagonistas históricos. En definitiva, en el cine se habla de prácticamente todo lo que ya no vemos en el escenario del arte más tradicional y canónico. Es ahí donde palpita la vida real, a pesar de su esencia de ficción, es decir de su lenguaje y formato artístico. 

Pedro Almodóvar, La habitación de al lado. Festival de San Sebastián

Y sucede lo mismo en el Festival de San Sebastián que acaba de inaugurarse cuando escribo estas líneas. Porque el cine español también en los últimos años ha despertado a la realidad, hablando de género, de la diferencia de los cuerpos y de los sentimientos, de la eutanasia y de un largo etcétera. Y en este festival hay una larga lista de films – de los que hablamos más abajo- que no solamente son bellos e interesantes sino que significan un espejo en el que vernos.  Pero, si el año pasado el escándalo era la película No me llame Ternera de Jordi Évole (una larga entrevista con uno de los más sanguinarios terroristas de ETA), este año parece que el centro de todas las críticas y opiniones va a estar en las corridas de toros, arte o crueldad, y en la última película del de por sí polémico Albert Serra.

El toreo ya no es arte ni cultura en este país; lo cual “choca” con el documental de Serra, y con su exhibición en el festival

La  72ª edición del Festival de San Sebastián empezó el pasado 20 de septiembre y parece haber ofrecido ya esa ocasión controvertida, cuando la mañana del 23 Albert Serra proyectó Tardes de soledad, un retrato de la tauromaquia que pretende ser, como documental que es, objetivo con el tema, y que ha levantado críticas de colectivos como el PACMA (Partido Animalista Con el Medio Ambiente), quien ha pedido la retirada de la película. Según los testimonios de quienes la han visto ya, Tardes de soledad muestra un día de corrida del peruano Andrés Roca Rey, desde su preparación cuando se viste (es vestido, por sus ayudantes) de luces hasta la muerte del toro. El film muestra sin tapujos la violencia del mundo del toreo, el sufrimiento del toro, sus bufidos, sus estertores, así como las vejaciones, los insultos proferidos y la desigualdad de un animal que se enfrenta ya moribundo a la estocada final. Nada que ver, parece ser, con el endulzamiento de los aspectos más escabrosos que hemos podido ver en las retransmisiones de las corridas (cuyo solo recuerdo huele a tabaco y sabe a vino, en las tardes, sí, de soledad, y también de mesa camilla, de nuestros padres y abuelos). La película muestra igualmente la masculinidad tóxica entre bambalinas, con el torero vitoreado por su cuadrilla, sus “Olé tus huevos” y otras expresiones ensalzadoras del matador. Albert Serra se autodefine como taurino y la película ha recibido fuertes críticas por parte de los animalistas. El documental abre con un toro fuera de la plaza y cierra siempre después de cada faena con el animal arrastrado con cuerdas, ya muerto. ¿Es la película taurina o antitaurina? Serra defiende la libertad de expresión del arte, y aduce que en este trabajo se ha centrado en el componente estético. “La película está hecha con inocencia y por eso puede reverberar hacia un poco de fantasía. No es un documental que está muy asentado en la realidad, sino que va flotando hacia otros caminos”.

La presentación del filme en el festival (que es un encargo del Máster de Documental de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona) coincide con la reciente retirada del premio nacional de Tauromaquia por el Ministerio de Cultura. El toreo ya no es arte ni cultura en este país; lo cual “choca” con el documental de Serra, y con su exhibición en el festival. Choca porque, como decíamos antes, lo que sigue interesando a la sociedad (y la tauromaquia sigue teniendo sus aficionados, la tradición se resiste a ser borrada) se traslada a la creación artística, de modo que es natural que sea una expresión directa del debate que está en la calle. El director señala que la audiencia en potencia de la película no son los aficionados a la tauromaquia sino los “aficionados al cine”. “El objetivo es que sea una experiencia estética para el espectador que no se pueda encontrar en ningún otro sitio”. Parce que, por fin, con esta película (que se verá antes en Francia que en España) Serra va a conseguir que se hable de él más allá de sus habituales cinéfilos. Esa es la fuerza del cine, y la tortura, el dolor y la muerte como espectáculo el punto caliente de este año en San Sebastián.

Varias historias reales hablan de consentimiento, de deseo femenino y de agencia de la mujer

Pero en el Festival hay otros muchos temas de interés, ciertamente están casi todos los temas que hoy desfilan por las páginas de las noticias de los diarios, otros temas de los que todos hablamos y a todos nos interesan y preocupan: temas que están en el candelero y que salpican a la agenda política (como la eutanasia o la salud mental) se trasladan también, como no podría ser de otra manera, a la creación artística y cinematográfica. La selección de títulos es ingente (de las más de 250 películas programadas, no todas alcanzarán las salas o las plataformas), de modo que abordaremos una pequeña selección. Si nos asomamos a otras películas, a otras temáticas y a otros géneros del festival, hallaremos varias historias reales que hablan de consentimiento, de deseo femenino y de agencia de la mujer. Como la recuperación de la figura de Hildegart Rodríguez Carballeira, una niña-experimento creada por su madre para ser “la primera mujer del futuro”, una de las mentes más destacadas y un referente del feminismo y de la sexualidad femenina en la España de la Segunda República, y que fue asesinada por ella cuando la hija empezó a pensar por sí misma y a alejarse de la pauta materna. Paula Ortiz hace así una versión de Mi hija Hildegart (Fernando Fernán Gómez, 1977) en La virgen roja. También basada en hechos reales es Soy Nevenka, de Icíar Bollaín, que está basada en el caso de Nevenka Fernández, quien denunció acoso sexual en el año 2000 por parte del alcalde Ismael Álvarez, cuando era concejala de Hacienda en el Ayuntamiento de Ponferrada.

Paula Ortiz, La virgen roja. Festival de San Sebastián

No ha salido muy bien parada Emmanuelle, decimoquinta cinta de la saga erótica francesa, basada en la novela de 1967 de Emmanuelle Arsan, que abría la competición. Aunque la película quiere ser una versión feminista del icónico mito erótico, ese que hacía cruzar la frontera francesa a los españoles durante los últimos tiempos de la dictadura franquista para ver la primera adaptación cinematográfica, producida en 1974, Audrey Diwan acaba haciendo una película vacía donde la protagonista no acaba más colmada por mucho placer que reciba. Quien ganara el León de Oro de Venecia con El acontecimiento (adaptación de la novela homónima de Annie Ernaux sobre su propia experiencia de aborto ilegal) dice haber pretendido estimular la imaginación de la gente. Aunque en otro campo, tampoco ha salido bien parada la última producción de Francis Ford Coppola, Megalópolis, una épica futurista ambientada en una suerte de Roma en decadencia ubicada en una América imaginaria contemporánea, que ha suscitado polémicas por su (valga la redundancia) megalomanía, grandilocuencia y vacuidad.

Johnny Depp, Modi. Three Days on the Wing of Madness. Festival de San Sebastián

Otras películas a destacar son Los destellos, de Pilar Palomero (directora de Las niñas y La maternal), que regresa con una película que sigue explorando relaciones complejas a través de un drama íntimo, que aborda los cuidados y el paso del tiempo; La sustancia, de Coralie Fargeat, que combina ciencia ficción con gore, en un relato que critica la alienación y la explotación de cuerpo femenino; Modi. Three Days on the Wing of Madness, segundo largometraje de Johnny Depp, sobre 72 horas trágicas en la vida del pintor Amedeo Modigliani; Ainda Estou Aqui, de Walter Salles, drama brasileño que sigue la búsqueda de una mujer de su esposo desaparecido durante la dictadura de Brasil; o Marco, basada en la historia real de Enric Marco, que se hizo pasar por superviviente de los campos de concentración nazis.

El festival de San Sebastián se mantiene un año más con el cine como expresión realmente de lo que se conoce como el séptimo arte, un arte, hoy, más cercano que nunca a la gente y a sus problemas, con reivindicaciones políticas y sociales, con las fracturas y el dolor del individuo aislado y con el interés por lo colectivo. Todo ello en un formato de belleza, de técnica y de creación de un nivel cada vez más alto y sofisticado, en guiones, producción e interpretación. Arte en todas sus facetas. De este modo, el Festival de San Sebastián sigue consolidándose como uno de los referentes internacionales del séptimo arte, y se mantiene fiel a su esencia con su selección única de películas con la que reafirma su compromiso con la innovación cinematográfica y la exploración artística.