A estas alturas ya todos sabemos que Andreas Gursky es uno de los fotógrafos más importantes de finales del siglo XX y de principios del XXI. Pero la impresión que sus fotografías causaron mundialmente en los 90 y los 2000 ya se ha esfumado. Las cosas van muy rápido y hoy la fotografía ha retrocedido claramente en los grandes centros de arte, en el mercado, y en general en el interés del aficionado al arte actual. Actualmente la fotografía vive sumergida en una corriente (casi habría que decir una inundación) de intimismo en la que los nuevos fotógrafos se inclinan más por una cierta introspección de un lenguaje que vuelve al documentalismo, a la biografía y al libro como soporte, y se aleja de los grandes espectáculos y de los grandes formatos. Y, lo que es aún más importante: nos hemos acostumbrado a todo. Cuando hablamos de Gursky (1955, Leipzig, Alemania) no hablamos de grandes formatos sino de fotografías espectaculares, de formatos impresionantes. Todo en su trabajo parece espectacular. Este tema del tamaño ha opacado otros aspectos mucho más interesantes que suceden dentro de las imágenes, pero ya solo por lo que supone poder llevar una imagen fotográfica a esos formatos su obra se ha ganado un puesto destacado en la historia del arte actual. Pero no todos se han parado a pensar cómo esas imágenes han cambiado nuestra forma de ver y de percibir la fotografía.
En la exposición que puede ser una de las más destacadas del verano en toda Italia (aunque suceda fuera de los circuitos venecianos y romanos), Andreas Gursky ofrece una selección, por supuesto espectacular, de su trabajo de los últimos 40 años en 40 piezas, todas ellas de unos tamaños inimaginables apenas hace unas décadas. La exposición se puede ver en la Fundación MAST de Bolonia (Fundación para el arte y la experimentación tecnológica, en sus siglas en italiano) hasta enero de 2024, y es una de las celebraciones del 10º aniversario de esta institución. Está comisariada por el propio artista y por Urs Stahel, anterior director del museo de fotografía de Winterthur, Suiza, lo que de entrada ya es una garantía de seriedad y de calidad. Con el título de Visual Spaces of Today, Gursky va repasando su trayectoria artística y visual a través de cada una de sus obras; estas presentan lugares de todo el mundo (Alemania, Francia, Bahrein o Estados Unidos) y espacios concretos (desde una visión interior de los almacenes de Amazon hasta un box de una carrera de Fórmula 1; desde el edificio de Kodak hasta un campo infinito plantado con paneles solares).
Aunque el tamaño sea en primera instancia lo más representativo de su trabajo, no es lo único que hay que destacar
Aunque en la exposición se reúnan trabajos desde 1989 hasta 2022, y aunque el límite de 40 no pueda evitar dejar fuera de la selección algunas de sus obras más características, esta ocasión debería ser imprescindible para todos los grandes seguidores del artista alemán, que se ha convertido no solo en el fotógrafo que ha marcado récords en las subastas con sus fotografías sino en uno de los artistas que han cambiado nuestra forma de mirar la fotografía, de mirar el arte de ahora mismo e incluso de enfrentarnos directamente a una fotografía en un espacio expositivo. Porque, aunque el tamaño sea en una primera instancia lo más representativo de su trabajo, no es lo único que hay que destacar. Alumno de Otto Steinert y de Bernd y Hilla Becher, Andreas Gursky es igual de sistemático a la hora de enfrentarse a su trabajo, igual de minucioso y de obsesivo. Y aunque no es hasta 1990 cuando se decide a adentrarse en el territorio de la fotografía digital, sin duda ha sabido dar un sentido a su uso más allá de la lógica innovación tecnológica.
En la fotografía, al igual que en una gran pintura clásica, el punto desde donde el artista mira es esencial, y Gursky eleva ese lugar de tal forma que el espectador se encuentra siempre desposeído de cualquier certeza frente a ese espectáculo grandioso en detalle, color y estructura interna que son sus fotografías. No vemos sus paisajes como paisajes, ni sus grupos de personas como semejantes; todo en su obra se nos muestra de tal manera que inevitablemente nos sentimos aprisionados. Los lugares característicos de las nuevas tecnologías, de la mecánica de nuestro tiempo, son algunos de sus temas recurrentes, pero yo destacaría la idea de las aglomeraciones: sus grandes almacenes atiborrados de objetos, esos supermercados inabarcables, las grandes fiestas de discotecas donde bailan miles de personas… Son imágenes que difícilmente pueden entrar en una sola fotografía, pero en estas inabarcables narraciones, como en las pinturas de historia y en las grandes pinturas clásicas, cabe todo. Y todo se ve con el más mínimo detalle, porque en las fotografías de Gursky nunca hay ni un centímetro de desenfoque, toda la superficie tiene la misma brillante, límpida y preciosa precisión y exactitud; si no fuera por su descomunal tamaño podríamos pensar que es simplemente la realidad, pero no lo es. Son la representación de una época, de una sociedad, de un mundo en movimiento y en transformación permanente: de nuestro mundo actual a caballo del motor de lo nuevo; un caballo, por momentos, desbocado.
Las fotografías de Gursky aportan a la nueva época de la fotografía no solamente el preciosismo y la sorpresa de su poderosa presencia, sino un cambio en la forma de observar una fotografía. Tal vez sea Cathedral 1 (2007) un buen ejemplo de este cambio en la mirada del espectador. Ante ella asistimos a una historia en primer plano a nivel del suelo; es una línea muy baja en la imagen, pero posee un fondo de vidrieras que llena toda la superficie de una obra de varios metros de alto por otros tantos de ancho, constituyendo un “paisaje” donde se cuentan otras historias, un jeroglífico de luz y línea que acaba absorbiendo al que mira en la penumbra del ambiente. Algo similar sucede con su forma de tratar la arquitectura, a veces de forma clásica en el paisaje de una ciudad, otras de forma frontal, como en sus fotografías de edificios de multiviviendas (Paris, Montparnasse, 1995): infinitas ventanas, todas iguales, un enfrentamiento con el vacío absoluto; o como en su foto Kodak (1995), en el que se está hablando más de escultura que de arquitectura en, tal vez, un homenaje a sus profesores Bernd y Hilla Becher.
Ante sus imágenes se vuelve a sentir esa grandiosidad que creíamos que el arte actual había perdido; pero la fotografía, siempre apegada a la representación de la apariencia de lo real, ha sabido superar esa proximidad casi obscena con lo que vemos, y convertir todo lo que toca en otra cosa, a veces en un espejo de nosotros, otras en una ventana a lo irreal de nuestra historia, situándonos en ocasiones delante de una página de la historia del arte.
(Andreas Gursky. Visual Spaces of Today, en Fondazione MAST, Bolonia. Del 25 de mayo de 2023 al 7 de enero de 2024)