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Autoayuda, ironía, intimidad y memes. Una entrevista a Eudald Espluga

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Eudald Espluga
Meme acerca de Mark Fischer, origen desconocido.

Es 15 de octubre de 2022, un día soleado. Camino rápidamente bajo el cielo azul de Pamplona. He quedado a conversar con el filósofo y escritor catalán Eudald Espluga, autor de los ensayos Rebeldes (Lumen, 2021), Las pasiones ponderadas (Capitán Swing, 2015), Mediterròniament. La catalanitat emocional (Biblioteca del Núvol), del libro colectivo Humanidades en acción, coordinado por Marina Garcés (Raig Verd, 2019) y del libro, publicado el año pasado por la Editorial Paidós, No seas tú mismo. Apuntes sobre una generación fatigada, que llevo bajo el brazo, pintarrajeado y subrayado —a falta de terminar, todo sea dicho—. Esta tarde, en el marco de los Encuentros de Pamplona 72 -22, Eudald conversa con Ernesto Castro y Simón Royo Hernández, en una mesa redonda moderada por Roberto Valencia y titulada “¿Qué hacer con la filosofía hoy?”. Antes de escucharle en el espacio Civican de la Fundación Caja Navarra junto al resto de ponentes, he quedado con él para conversar en una terraza cercana al hotel donde ambos nos hospedamos.

Con un café y una cerveza en la mesa, nos ponemos a hablar del transcurrir de los Encuentros, de nuestros viajes hasta llegar a Pamplona (el mío desde Madrid, el suyo desde Barcelona) y un poco de nuestras vidas también. Eudald, al poco, se percata de algo que ya desconozco y se sonríe, agachando la cabeza mientras se ríe para sí. “Your smile is wonderful”, aparece escrito en el escaparate junto al que nos hemos sentado. Se trata del eslogan de una clínica dental, pero bien podría ser un Tiger, un Primark o una librería, por qué no; el movimiento Mr. Wonderful llega hoy día a todos los rincones de nuestra existencia. Entre apesadumbrado y asustado, Eudald me asegura sentirse perseguido por ese tipo mensajes, para los cuáles ha desarrollado un “sexto sentido”, como un especial instinto de búsqueda y captura. También me comenta que los medios que le han entrevistado últimamente ya no saben cómo catalogarle, que él tampoco sabe cómo denominarse a sí mismo (como millenial desde luego, me dice convencido). En mi viaje en tren a Pamplona leí una de sus últimas entrevistas, en la que decidieron denominarle como “filósofo ya no tan joven”. Me lo cuenta él mismo entre risas.

Eudald Espluga: “Yo creo que este asombro que se pudo dar hace cincuenta años hoy no es posible”

El filòsof Eudald Espluga analitza el malestar estructural dels millennials a 'No seas tú mismo'.
Eudald Espluga © Antonio Navarro Wijkmark

Una vez hechas las debidas introducciones, le planteo a Eudald la primera de las preguntas que tengo previstas. Siempre me gusta empezar charlando —al menos en las pocas entrevistas que he realizado—, a partir del contexto específico en el que la conversación tiene lugar: el marco espacial y temporal donde la entrevista se inscribe. Es así como la conversación arranca poniendo el foco en el propio evento que ha propiciado nuestra presencia en la ciudad navarra: los Encuentro de Pamplona 72 -22. Estos conmemoran los míticos Encuentros del 72 que, en su momento, supusieron un bombazo para muchos artistas, un punto de inflexión para muchos creadores, comisarios y otros agentes involucrados en las esferas del arte y la cultura, quienes cambiaron en gran medida su forma de concebir el arte y de ejercerlo. En este caso, cincuenta años más tarde, en estos “reencuentros”, si así se quiere, las interferencias generadas son inevitablemente de otra naturaleza, debido al distinto contexto social e histórico en el que se desarrollan. A este respecto, la primera pregunta con la que decido dar pie a la conversación con Eudald se dirige a indagar en las potencialidades de los actuales encuentros y jornadas destinados al pensamiento cultural, involucrados también con la filosofía contemporánea ¿Como encontrarnos hoy con las ideas, cómo encontrarnos con los otros para debatir? ¿Cómo imaginar juntos, juntas? ¿Como ampliar los horizontes más allá de lo ya conocido, de lo reconocido, de lo probable, de lo dicho y oído? Lo que se resume, en realidad, en la pregunta que vertebra la conferencia de la tarde: “¿Qué hacer con la filosofía hoy?”.

“Yo creo que este asombro que se pudo dar hace cincuenta años hoy no es posible”, indica tajantemente Eudald. “En un contexto de globalización en el que estás a un click de todo, en este capitalismo de plataformas en el que la información que puedes llegar a consumir es prácticamente infinita y de acceso fácil, esperar descubrir en un encuentro de este tipo una idea novedosa —algo que no habías podido ver o conocer en un contexto de cerrazón, de censura—, resulta, seguramente, algo muy poco probable. Sin embargo, yo creo que estos espacios pueden cumplir una función igualmente importante que no tiene que ver con esto (con llegar a una originalidad, a una novedad o una cosa flamante que no tuvieses controlada), sino con el hecho de poderte encontrar con otros pensadores y pensadoras, pudiendo producir conocimiento de manera conjunta en un entorno que está mucho más libre de esta lógica tan empresarializada presente en la actualidad en la disciplina académica”.

Eudald, que viaja de jornada en jornada, de encuentro en encuentro, conserva una gran esperanza en este tipo de espacios

Eudald, que viaja de jornada en jornada, de encuentro en encuentro, conserva una gran esperanza en este tipo de espacios, al ser justamente estos espacios de diálogo y escucha, de reunión e interferencias; espacios a través de los que combatir “esta lógica imperante, adoptada por la universidad, muy privatizada con respecto al conocimiento, en la cual los investigadores pasan a ser individuos que compiten muchas veces en un entorno hiperprecarizado por una misma plaza o por poder dar una asignatura con un contrato temporal y donde tus méritos académicos, tus competencias y cualidades, son medidos en base a papers que son evaluados en función de unos índices de impacto internacional que son regidos por las mismas empresas que miden cuánto sube el valor de ciertas empresas en bolsa”. Es decir, concluye Eudald: “un contexto de competición absoluta y un marco de profesionalización neoliberal que lastra la posibilidad de que el conocimiento avance en diálogo real”. Contrariamente a estas consabidas dinámicas académicas, quizás, me comenta Eudald, estos espacios, como el que ahora se abre en Pamplona, a pesar de que por desgracia muchas veces reiteran las mismas preguntas, las mimas caras, también las mismas respuestas, sí pueden dar pie a una serie de alianzas e intercambios inviable en el seno de la academia, donde se puede explorar y arriesgar con los interrogantes, con los ponentes y también con los formatos de exposición y participación, propiciando así el cruce de profesionales. En este sentido, su potencialidad residiría en su invertebración, el entrecruzamiento de voces y miradas, en su fricción genuina y su escucha activa: la puesta en común y la especulación conjunta, decidida, comprometida.

La conversación nos conduce a debatir sobre el estado actual de la academia

Orgánicamente, la conversación nos conduce a debatir sobre el estado actual de la academia, en concreto el ámbito universitario. Me interesa especialmente conocer la posición de Eudald, dada su experiencia personal. Y es que, el filósofo catalán, después de estudiar el grado Filosofía y el Máster en Comunicación y Estudios Culturales por la Universidad de Girona, se embarcaba hace unos años en la realización de un doctorado, destinado a realizar una revisión crítica de la ideología latente en los manuales de autoayuda, que no ha llegado a finalizar todavía. Su resistencia a acabar el doctorado, según me cuenta, se debe al hecho de cobrar consciencia, durante su realización, de que “el mundo de la investigación se había plegado a este imperativo de hiperproducción académica”. Me comenta, en este sentido, que para sobrevivir en estos ámbitos, “tienes que publicar en revistas de impacto, tienes que hacer toda una serie de tareas académicas, y al final no tienes apenas tiempo para leer. Tienes que dar clases, al tiempo que sabes que se utiliza a los becarios para reducir horas de los profesores adjuntos —ya de por sí hiperprecarizados en un ambiente de competición y pelea constante para acreditar constantemente que estabas produciendo—. Es por todo esto que Eudald me dice que dejó su investigación en la academia (que no su investigación como tal), debido a un fuerte desencanto, también por el estado actual de hiperprofesionalización y falta de horizontes de la academia.

Eudald Espluga: «És perversa la idea que hem de ser feliços a la feina i  ens hi hem d'implicar» | NacióDigital
Eudald Espluga con un ejemplar de sus libro. Fotografía: Adrià Costa

Confluyen filósofos como Michel Foucault o Gilles Deleuze, con figuras como Mark Fisher o Eva Illouz y con la referencia recurrente a memes y a otros productos audiovisuales

Estas reflexiones en torno al estado actual de la academia me conducen a plantearle a Eudald mi especial interés por otros formatos posibles a la hora de hacer filosofía. En concreto, le hago saber la fascinación que me provoca leer un libro tan sólido y riguroso, al tiempo que ágil y divertido, como es No seas tú mismo. Apuntes sobre una generación fatigada, donde confluyen filósofos como Michel Foucault o Gilles Deleuze, con figuras del pensamiento cultural contemporáneo como Mark Fisher o Eva Illouz y con la referencia recurrente a memes y a otros productos audiovisuales. En el caso de Eudald, pareciera como si la filosofía se ligara de forma directa y atenta a la realidad social, dejando de lado una forma de hacer filosofía concebida como un ejercicio distante, elitista —con un cierto tufillo de superioridad intelectual—, que nos es ajeno, que no nos toca, del que no formamos parte y que se practica, encarna y habla usando términos, lenguajes y códigos incomprensibles para la gran mayoría. En contra de esta, Eudald se expresa de forma aguda, con agilidad y cercanía; y, además, integra e imbrica códigos de muy distintos registros. Tratando de indagar más en esta forma de hacer y concebir la filosofía, le pregunto a Eudald por sus referentes en esta forma de escritura, por esta decisión y compromiso movilizado en la gran mayoría de sus publicaciones, artículos y libros escritos hasta la fecha.

Partiendo de su último libro, No seas tú mismo, Eudald me aclara que, en realidad, este nació con una marcada voluntad doxográfica y que, por ello mismo, peca de una elevada citacionalidad, sin llegar a aportar, según me dice, “ninguna gran idea novedosa: un concepto novedoso o un sistema filosófico revolucionario”. Sí que funciona “como un clipping o recopilatorio de bibliografía”. Tiene por tanto la virtud de poner en común una serie de cuestiones que habitualmente no se tocan: “por ejemplo, hablar del capitalismo de plataformas, al mismo tiempo que se habla de cuestionar el ideal de felicidad que viene de la autoayuda y esto relacionado con el imperativo de producción y la fatiga de las sociedades contemporáneas; […] temas que no se pueden desligar y que muchas veces no aparecen juntos en la bibliografía”.

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A la hora de imaginar nuevas formas de hacer, pensar y escribir filosofía, Eudald entiende que debe existir siempre un anclaje con el flujo social, con las dinámicas y afectos interpersonales

A la hora de imaginar nuevas formas de hacer, pensar y escribir filosofía, Eudald entiende que debe existir siempre un anclaje con el flujo social, con las dinámicas y afectos interpersonales, propios del tiempo en el que se pone en movimiento dicho pensamiento. Y, en este sentido, afirma tajantemente: “Un pensamiento que quiera estar más o menos enraizado en nuestro presente, a la fuerza tiene que adoptar, o tiene que reflexionar, a partir de unos códigos lingüísticos y de pensamiento que tienen que ver con este capitalismo de plataformas en el que vivimos, puesto que este ha cambiado las condiciones en las que se produce el conocimiento y el lenguaje mismo. Por ejemplo, si yo pienso en mi día a día en memes —es decir, hay veces que para expresar una idea utilizo la estructura mental y visual de un meme, o me parece que puedo encontrar referentes de crítica cultural en estos memes—, pues evidentemente cuando yo intento tejer No seas tú mismo lo utilizo”. Además, como referente principal a este giro metodológico del pensamiento crítico y del pensamiento cultural —que encuentra un verdadero potencial en nuestros nuevos lenguajes—, Eudald identifica, al menos como máximo exponente, al filósofo Mark Fisher, quien, según me cuenta, creó en su día una página de Facebook donde compartía memes. Sobre este tema, Eudald tiene un artículo magnífico: “Es más fácil imaginar un meme de Mark Fisher que el fin del capitalismo de plataformas”.

Tras estas reflexiones sobre la necesidad de un tipo de aproximación a la filosofía y también a los dilemas que nos plantea nuestro tiempo, le traslado a Eudald un interés fuerte que siento sobre su investigación: sobre su interés por la autoayuda, los orígenes de su investigación y el proceso de su estudio. ¿Cómo viviste el tener que leerse cientos de manuales de autoayuda?, le pregunto. Pero también: ¿de dónde viene tu interés por el estudio de una cuestión tan necesaria y fascinante —a la par que pesadillesca y tortuosa—, como es la investigación de la ética latente en los manuales de autoayuda?

“Fue un interés doble”, me aclara Eudald, “para empezar, de rechazo instintivo hacia este tipo de productos y espacios. Una de las primeras cosas que escribí al respecto fue sobre los anuncios de Estrella Damm que se llamaban #Mediterráneamente. En Cataluña era como una locura y los primeros que salieron terminaban con una frase que era claramente autoayuda. Toda la narrativa y el relato del anuncio se construía para vender un estilo de vida, ligado a una ética, a un estilo de felicidad, a un compromiso individualista con la autosuficiencia, es decir, una relación con la idea de que lo que tienes que cambiar eres tú y no las relaciones materiales que te hacen ser infeliz. Para hacer frente al análisis de este tipo de productos audiovisuales, Eudald ha recurrido a pensadores que le han otorgado vías de pensamiento fundamentales para sus investigaciones, como Eloy Fernández Porta o Eva Illouz. A través de sus críticas vertidas sobre el capitalismo emocional, escapan a la absurda separación realizada por muchos pensadores entre capitalismo y emociones o capitalismo y autenticidad; preceptos mediante los cuales se nos ha tratado de infundir la idea de que cuando caes en las garras del capitalismo pierdes la sensibilidad y las emociones. “En realidad, es precisamente todo lo contrario”, afirma Eudald, y explica: “este tardocapitalismo se aprovecha de las emociones para seguir produciendo, es decir, no podemos seguir en la lógica de la dominación entendida como pura sumisión de un poder que se ejerce verticalmente sobre ti y que te impide, que te limita tu libertad, sino que todo lo contrario: el poder es productor de libertad, es productor de acción, es hiperproductivo, y para entender nuestro presente y la fatiga contemporánea creo que esto es clave”.

“el poder es productor de libertad, es productor de acción, es hiperproductivo”

Estrella Damm: todos los spots de #Mediterráneamente

Incidiendo en torno al origen de su interés por la autoayuda, me comenta que su inmersión en este terreno, además de abrirle a la investigación de una diversidad de autores y pensadores que hasta el momento desconocía, le sirvió para darse cuenta de que los manuales de autoayuda, lejos de categorizarse como “productos periféricos” (como productos de “baja intensidad” que se dan en un consumo de aturdimiento) a los que aproximarse con esa tan común superioridad intelectual y moral, deben entenderse como productores de una estructura ética. Me explica Eudald que allí encontró “unas ideas éticas que conformaban una cosmovisión que iba más allá de los libros y de una estética de las portadas o de los cojines de Míster Wonderful, sino que estaba presente en muchos sectores de la sociedad”. A lo que añade: “eso es lo que me llevó a ahondar en cómo se articula la alianza entre los sujetos contemporáneos y esta ética de la autoayuda, que no podemos menospreciar, dado que es una ética que realmente ayuda a las personas, en un sentido básico —en la medida en que les da una orientación en el mundo ante la incertidumbre—”. Entre risas, Eudald también me confiesa que dedicó un par de veranos a ir a la biblioteca del pueblo de Castelló d’Empúries, que es, según me comenta, “la biblioteca más especializada en autoayuda de la comarca”, con “tres o cuatros estanterías llenas de libros de autoayuda”. Me sigue contando que él iba allí y se tiraba días enteros leyendo estos manuales para hacer unas fichas que iba preparando para la tesis, donde identificaba elementos e ideas en distintos libros. “Era difícil esta tarea, pero al mismo tiempo era fascinante ver correlaciones increíbles”, me dice risueño. Y un poco sadomasoquista, ¿no?, le pregunto también entre risas. “Sí, sí”, me responde, y me dice: “no te puedes imaginar la cantidad de libros de autoayuda que empiezan diciendo: ‘Esto no es un libro de autoayuda’. Es una locura, casi todos. El mejor predictor de un libro de autoayuda es que empiece diciendo que no es un libro de autoayuda”. Me quedo un rato pensando en esa idea; pareciera como si el libro de autoayuda debiera forzosamente esconderse, camuflar su naturaleza y sus intenciones, y venderse, por el contrario, como otra cosa, nunca como lo que verdaderamente es: un manual de autoayuda.

“no te puedes imaginar la cantidad de libros de autoayuda que empiezan diciendo: ‘Esto no es un libro de autoayuda’. Es una locura, casi todos.

100 Frases de Mr. Wonderful - ¡MOTIVADORAS y DIVERTIDAS!

Una idea sobre la que vuelve Eudald en su explicación de la autoayuda es su vinculación con el managment empresarial. A este respecto, incide muy agudamente: “su idea de vida buena es ser antifrágil”. Me explica que ha ido variando este concepto de ‘antifragilidad’, pero que, en cualquier caso, “una de las ideas fundamentales para identificar transversalmente todos los proyectos de autoayuda es esta idea de invulnerabilidad, la autosuficiencia del sujeto frente al mundo”. Lo que hace la literatura de autoayuda, explica Eudald, “es justamente producir una ilusión de autonomía y construir un discurso político que tiene que ver con esta idea neoliberal del empresario de sí mismo que nos dice: ‘todo te lo puedes gestionar tú’, ‘todo es tu responsabilidad’, la cual se soporta, de algún modo, en esta ética básica que te dice que tú eres antifrágil, que eres invulnerable, que puedes seguir con todo, que puedes y debes responsabilizarte de todo lo que te pasa, aunque verdaderamente dependa de las condiciones estructurales, sociales, políticas, materiales”. Eudald ejemplifica todo esto a través del ejemplo de que sigamos culpabilizándonos por no poder pagar el alquiler, diciéndonos a nosotros mismos mensajes como: ‘es que no estudié suficiente’, ‘es que no estudié ese máster en el extranjero’ o ‘tendría que haber hecho ese curso de inglés’. Explica Eudald, que “en ese momento asumes que eres tú el que tienes que cambiar y no concibes que a lo mejor hay unas dinámicas especulativas por parte de fondos de inversión, por parte de plataformas como Airbnb que generan gentrificación en las ciudades… Esta es una de las claves y peligros de la autoayuda, que se materializa en el bombardeo de mensajes como ‘sé cómo tú quieras’, ‘mira el mundo con una sonrisa’ —este optimismo barato—, y que también ha sido institucionalizado del todo”. He ahí el problema, me dice Eudald, y me habla de Martin Seligman, que fue presidente de la APA (Asociación Americana de Psicología), uno de los impulsores de la psicología positivo. Seligman llegó a diseñar una fórmula o ecuación para alcanzar la felicidad, que busca relativizar el papel de los condicionantes sociales y biológicos.

Libros de autoayuda pueden crear minipsicópatas

Eudald Espluga “el concepto de ‘responsabilidad’ o de ‘autoresponsabilización’, que utilizo más, te obliga a tomar las riendas de esa realidad que te hace ser infeliz”

Por otra parte, una decisión estratégica que lleva a cabo Eudald en su análisis de la ética de la autoayuda es la de rechazar el concepto de ‘culpa’ a la hora de analizar este sentimiento de incapacidad de hacer frente a las condiciones contextuales y materiales de forma individual. Prefiere, por el contrario, hablar de ‘responsabilidad’ o ‘autoresponsabilización’. La culpa, además, no le resulta funcional o de interés, en este caso, dado que “la culpa, en muchos casos, lo asocias con una relación casi de penitencia; la culpa te lleva a una cierta pasividad, a un retiramiento del mundo con tu sentirte mal. Es por ello que añade Eudald: “el concepto de ‘responsabilidad’ o de ‘autoresponsabilización’, que utilizo más, te obliga a tomar las riendas de esa realidad que te hace ser infeliz, que dicen estos discursos; es un discurso de dominación, pero que te lleva a ser productivo, a seguir trabajando en tu autenticidad, en tus capacidades para conseguir aquello que te haga feliz”.

Cabe destacar que Eudald ha trabajado en diferentes medios de periodismo cultural, como El Salto, Playground, VICE o ICON, escribiendo de tal forma, en los últimos años, numerosos artículos.  Uno de los que más han triunfado es el que escribía en octubre de 2020, titulado “La Isla de las Tentaciones y el capitalismo emocional”, donde identifica este producto como un “hijo legítimo del capitalismo emocional” y donde también analiza el papel que juega la tentación y los tentadores en el programa de Telecinco “La isla de las Tentaciones”, que tiene una amplísima audiencia. En este programa, se separa a varias parejas, que encuentran a posibles pretendientes que hacen de tentadores. El interés reside, pues, en la posible infidelidad que puedan llevar a cabo. Quienes se resisten a la tentación, pocos, se afirman en su identidad, su yo, y logran el éxito, ser uno mismo, mientras que los que pecan, quienes caen en la tentación, arguyen haber sido honestos con lo que sentían, esto es, argumentan la importancia de no engañarse a ellos mismos y de haber mejorado con la experiencia, ser más ellos mismos, si cabe, haberse reencontrado con su yo real. La autooptimizacion y autoperfeccionamiento de uno mismo es la meta. En la conversación, Eudald me explica que él cree que “parte del éxito del programa se debe a que lleva a cabo una adaptación del ideal de autorrealización que podía venir de la psicología humanista (y que, de alguna forma, sí que alimenta todos los discursos de autoayuda desde finales de los sesenta), llevado a un nivel muy básico y a una idea de felicidad y autenticidad muy baja”. Es decir, expone Eudald, “ya no hace falta que hagas un trabajo de introspección, un trabajo de transformación personal. Me parece una forma de quintaesenciar estos discursos de la autoayuda. Es como decir ‘venga, ya eres tú mismo, ya lo has conseguido’. También hay otro tema y es hasta qué punto hay un consumo o una relación irónica por parte del público, y me refiero a un público general. Es un programa que parte de su atractivo es que se ríe de algunos de sus personajes, que no construye héroes. En general, se ríe de sus propios protagonistas: construye una plataforma mediática alrededor de una relación medio irónica con estas figuras. Por lo tanto, al mismo tiempo que creo que compra estos marcos emocionales, también creo que toma una distancia a veces para que esto no sea tan directo. No te está diciendo que la mejor vía para ser tú mismo es irte de fiesta y liarte con la primera persona que te encuentres. Creo que tiene este punto de distancia que permite que cuaje”.

La autooptimizacion y autoperfeccionamiento de uno mismo es la meta

La isla de las tentaciones 4': conoce a los 20 solteros y solteras de la  nueva edición
Imagen de las diez pretendientes de “La isla de las Tentaciones” en su IV Edición. (Mediaset)

Eudald justo ha sacado un tema que quería abordar en nuestra conversación en algún punto y es el potencial crítico que verdaderamente moviliza la ironía en nuestros días y que se manifiesta, por ejemplo, a través de los productos culturales que consumimos en redes sociales, que normalmente fomentan una cierta pasividad y distanciamiento con respecto a aquello que se enjuicia. Provoca, en el mejor de los casos, una risa e induce a seguir scrolleando. A este respecto, Eudald vuelve la vista atrás y me explica que la ironía “fue muy importante en todos los debates de entre las décadas de los sesenta y ochenta, cuando hubo el boom del pensamiento posmoderno y posestructuralista”. “Eso se trasladó a la literatura”, comenta. “La ironía se convirtió en una herramienta poderosísima y pensábamos que a través de la ironía podríamos cambiarlo casi todo. Y luego se vio que, durante mucho tiempo, esto se enquistó. Recuerdo muchas declaraciones de David Foster Wallace, para quien la ironía era fundamental en su literatura y en su visión del mundo. Él mismo decía en una entrevista que estaba desesperado, que quería hacer literatura sincera. Y decía a este respecto: “¿cómo va a ser revolucionaria la ironía si los campeones de la ironía son Los Simpson, es decir, la televisión?”.

Los Simpson (The Simpsons) - HOME - Web oficial de FOX España TV

“¿Cómo va a ser revolucionaria la ironía si los campeones de la ironía son Los Simpson, es decir, la televisión?”

Sin embargo, aún parece quedar una cierta esperanza en este tipo de expresiones y en esta particular sensibilidad contemporánea. O al menos así lo piensa Eudald, que cree que “en muchos espacios, como en las redes sociales, la ironía desapareció, y que ahora vuelve a tener un papel importante cuando los memes irrumpen en medios donde antes este código irónico no estaba presente”. Y se explica: “En este sentido, es muy bestia ver cómo este espacio de falsa autenticidad o perfeccionamiento, que se nos decía o se nos quería vender que era Instagram —sobre todo desde la sociología hace unos años—, ha sido de alguna forma dinamitado por estas nuevas lógicas, afectos y expresiones irónicas. Aparecen nuevas plataformas como puede ser BeReal, en las que se intenta buscar, en este caso a través de la deconstrucción de lo que era Instagram, un nuevo espacio de autenticidad. Es como que ahora no caben los memes en BeReal por su propia dinámica, pero la ironía y los memes yo creo que pronto irán conquistando ese espacio también. Por lo tanto, yo creo que esta capacidad de distanciamiento de la ironía es muy importante a la hora de pensar y generar pensamiento crítico, pero también existe el riesgo de la saturación o de que se asimile como parte del discurso que consumes, como ha pasado con la televisión, donde la ironía se encuentra en la base misma de casi todos los programas. Así, por ejemplo, en Sálvame o El Chiringuito, que triunfan enormemente, no funciona la seriedad. Toda la estructura está hecha para que tú no sientas que ahí está pasando algo real. Me parece interesante cómo la ironía está presente ahí y cómo claramente no tiene nada de revolucionaria per se.

El Chiringuito de Jugones

Mientras terminamos la cerveza y el café, la conversación fluye de un lado a otro, pasando de la categoría de lo irónico para conversar sobre lo íntimo. En un contexto marcado por la imposibilidad de distinción entre lo online y lo offline, por la erosión evidente de estas fronteras y por la ubicuidad la virtualidad, resulta verdaderamente complejo esbozar las nociones de lo privado y lo íntimo. ¿Qué papel juega en la contemporaneidad la intimidad y lo privado, cuál es su naturaleza? ¿Cómo pensar hoy día estos espacios y relaciones?, le pregunto a Eudald. Este resopla y me contesta: “Ahora mismo te diría que la intimidad y el hogar, estos dos conceptos, son los campos de batalla de los discursos neorreaccionarios que, frente a ese agotamiento absurdo al que nos ha llevado este imperativo neoliberal de hiperproductividad, se enuncian como esta necesidad nostálgica de vuelta atrás para recuperar este espacio con todo lo que implica, es decir, la recuperación de toda una serie de valores tradicionales, de rechazo de ciertos discursos teóricos, de ciertas prácticas sociales, en términos de género, orientación sexual, etc. Es decir, esa voluntad de vuelta al hogar se lee como una visión retrógrada”.

“La intimidad y el hogar, estos dos conceptos, son los campos de batalla de los discursos neorreaccionarios”

Por otra parte, Eudald también se refiere a todo el discurso de los cuidados y de los afectos, y hace ver cómo el sentido de sus premisas a este respecto es bien distinto: “No se plantea en estos casos como una vuelta a la intimidad o al hogar, sino como una subversión de la estructura capitalista que fomenta que los cuidados no sean reconocidos ni pagados ni valorados, en muchas ocasiones”. Con contundencia, expone Eudald: “No tienen un lugar; no tienen incluso un lugar físico en las ciudades, en la organización misma de las ciudades. Por lo tanto, creo que muchas veces no se plantea tanto el objetivo de recuperar esas nociones antiguas de ‘intimidad’ o de ‘hogar’, sino que tienen una lógica mucho más subversiva, aunque se pongan los cuidados en el centro. Es un discurso que siempre termina siendo subversivo. Y, claro, es cierto que en este momento actual la fusión de espacios ha sido prácticamente completa. Si bien sí que conservamos una cierta interioridad o una ficción de intimidad, esta se encuentra al mismo tiempo filtrada, en todos los aspectos, por las tecnologías digitales y por estos discursos, ya no a nivel de vigilancia capitalista y vigilancia digital, que también, sino debido a que controlamos todo lo que hacemos en nuestro día a día, dado que toda nuestra existencia es capital que vamos a invertir: es capital emocional, es capital humano, es capital cognitivo, es capital social…”. O sea, añade Eudald a este respecto: “toda tu existencia ha pasado por este filtro y esta monetización que hace imposible la intimidad como la entendíamos. Pero claro, la respuesta frente a eso no es recuperar esa intimidad de antaño, sino imaginar nuevas intimidades en clave utópica. Pero la utopía no debemos verla como algo relacionado con el progreso, como una idea de futuro, de algo que tenemos que construir y que no es real, sino con prácticas cotidianas de transformación social en clave colectiva. Y creo que aquí está un poco el campo de batalla de la contemporaneidad, en ser capaces de crear esos nuevos espacios de cuidado y esos espacios íntimos: colectivos y públicos”.

Explica Eudald, “a mí, muchas intervenciones artísticas me parecen muy interesantes, porque son proyecciones que nos interpelan desde el presente”

Para finalizar la conversación, decido guiar el diálogo hacia cuestiones próximas al arte y la estética, planteándole, de esta forma a Eudald sobre la potencialidad del arte contemporáneo. ¿Qué potencial tiene el arte hoy día para movilizarnos, invitarnos a dejar de ser nosotros mismos, a hacer de la fatiga —como se propone en No seas tú mismo—, una invitación a la indisposición general, a dar lugar a ese estado de postración que bloquee el discurrir cotidiano? ¿Qué opinión te merece el arte y, en concreto el arte contemporáneo, a la hora de dar luz y poner en crisis muchas de las tesis que sostienes?

“En primer lugar, creo que el espacio cultural y el espacio artístico, en tanto que ofrecen precisamente un espacio en el que se suspenden, al menos parcialmente, las reglas de la vida cotidiana y te ofrecen un espacio para imaginar cosas que a lo mejor de otro modo no te plantearías, creo que suponen un estímulo a la imaginación muy importante”. Justamente, a este respecto, Eudald trae a colación en la conversación una reflexión de Belén Gopegui lanzada al aire en su mesa redonda “Elogio a la imaginación”, llevada a cabo esta misma mañana junto a Juan Tallón e Ignacio Echeverría. La escritora madrileña decía que no debemos confundir la imaginación con la ficción, porque la ficción nos habla de algo que no existe — y que puede ser muy interesante—, mientras que cuando tu imaginas algo, esto puede terminar siendo real o no: se trata de algo que proyectas. Y es una proyección que se hace desde el presente. Por eso, explica Eudald, “a mí, muchas intervenciones artísticas me parecen muy interesantes, porque son proyecciones que nos interpelan desde el presente”. A este respecto, se refiere por ejemplo al caso de la performance La becaria, de la artista finlandesa Pilvi Takala, quien encarnaba —en gran medida—  las tesis expuestas en el libro Cómo no hacer nada, de Jenny Odell. En este caso, Takala se hacía pasar en 2008 por una becaria de una las oficinas de la empresa Deloitte (ubicada en EEUU). Como becaria de marketing, llegaba cada día a su mesa y se sentaba para dedicarse durante toda su jornada laboral a no hacer nada. Si le preguntaban, respondía que estaba realizando “trabajo de pensamiento”. La pasividad de la becaria generó tal malestar e incomodidad entre los compañeros que esto se materializó en e-mails, actitudes despectivas contra ella y quejas dirigidas a los superiores. De hecho, fue tan grande la irritación entre el resto de empleados, que estos mismos pidieron que se prescindiera de ella en el departamento. Su ejercicio decidido y comprometido para con la inactividad se convirtió en una conducta disruptiva e insoportable, no tanto para los jefes y directivos, sino para los compañeros, es decir, para mantener el productivismo diario y la armonía laboral.

La proyección de futuros utópicos, que ya digo nos son proyecciones de futuro sino proyecciones de presente, son fundamentales

Tras hacer referencia a esta y otras obras artísticas, Eudald comentaba: “La proyección de futuros utópicos, que ya digo nos son proyecciones de futuro sino proyecciones de presente, son fundamentales. Y es aquí donde el arte puede entrar y producir algo que en otros espacios del día a día no se puede dar; algo que quizás sí se puede hacer nacer o sembrar en el campo artístico, sin evidentemente sobrevalorar el poder que tiene el arte en sí mismo para transformar por sí solo la realidad. El arte tiene sus límites, pero creo que es importante no crear la visión contraria”. Con estas ideas rebotando en mi cabeza, damos por concluida la conversación. Llevamos algo más de una hora sin parar de hablar y son ya las tres de la tarde. Con cierta vergüenza, antes de despedirnos, le pido a Eudald si me puede firmar mi libro (o sea su libro). Me siento un poco groopie. Es ciertamente algo a lo que no estoy habituado, lo de pedir firmas, pero me hace ilusión recordar así, siempre que lea su dedicatoria en el futuro, este encuentro mantenido en Pamplona, un día 15 de octubre: una mañana soleada, con el cielo despejado, en una terraza del centro de la ciudad. Eudald me comenta que se le da bastante mal eso de dedicar libros; le respondo que da igual, que me vale un garabato, un dibujo o un chiste, que no le dé muchas vueltas. Lo firma y nos despedimos, dejando atrás el café y la cerveza vacíos, las sillas vacías y la plaza abarrotada de gente. “Your smile si wonderful”, vuelvo a leer mientras camino después de despedirme de Eudald. Sonrío y sigo caminando.