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«Déjà vu» curatorial en las bienales

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Haegue Yang, "The Hybrid Intermediates—Flourishing Electrophorus Duo", 2022. Vista de la instalación, Singapore Biennale 2022. Cortesía del Singapore Art Museum.

De entre las muchas bienales internacional activas en la actualidad (de eso nunca nos falta; estas brotan aquí y allá como las setas en el bosque), quizás podamos prestar ahora atención a dos en particular: la Bienal de Taiwán y la Bienal de Singapur. Las dos comenzaron hace no muchas semanas y las dos finalizan en marzo. Pero esta convergencia cronológica no es el único elemento que comparten estos dos grandes eventos de arte contemporáneo; no el más relevante en ningún caso. Ambas parten de un mismo marco conceptual, ambas se plantean las mismas preguntas, ambas se articulan bajo los mismos conceptos, paradigmas e inquietudes: las relaciones entre lo humano y lo no humano, así como las posibilidades de redefinir los vínculos y afectos entre humanos y otras especies, entre humanos y mundo en nuestra actual era digital. Este es, sin duda, un tema de enorme interés en la contemporaneidad que, sin embargo, empieza a perder su atractivo en el momento en que se reitera en todas y cada una de las bienales que se celebran —de la misma forma que un color pierde su encanto cuando se repite en todas y cada una de las pasarelas de moda—.

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2022 Taiwan Art Biennial—Love and Death of Sentient Beings. Fotografía: NTMoFA.

El problema no subyace, desde luego, en el hecho de abordar una misma cuestión (o no sólo), en tratar un signo de nuestro tiempo, como es en este caso el poshumanismo, la ontología orientada a los objetos y todas las teorías y propuestas vinculadas a estas cuestiones; sino que este reside en lanzar a este objeto de estudio, a estas premisas para la creación e investigación práctica, las mismas preguntas, esto es, atenderlos con un mismo enfoque, esperando en cambio distintas respuestas. Otra cosa que sucede en este eterno retorno temático, en este loop bienalístico, es que, cada vez que brota una nueva bienal, con un planteamiento similar, esta se nos vende como la panacea, como fulgurante novedad. En cambio, como nos advertía en el pasado Guy Debord, esta repetición espectacular de lo novedoso únicamente busca camuflar la reiteración de lo mismo, que se nos muestra bajo una apariencia distinta una y otra vez.

Cada vez que brota una nueva bienal, con un planteamiento similar, esta se nos vende como la panacea, como fulgurante novedad

A esta serie de «conceptos flotantes», de preguntas impregnadas en nuestras mentes, en nuestra cultura (y en las exposiciones que visitamos, sean estas bienales u otros espacios de arte) y de inquietudes recurrentes, Foucault les otorgaba un nombre: episteme. La episteme de un tiempo determinado, de una generación, diría Foucault, delimita y agrupa todo aquello que puede ser dicho, pensado, imaginado (y expuesto, comisariado, podríamos añadir). De esta forma, la episteme aparece como el marco de saber acorde a una determinada verdad impuesta desde el poder. En este sentido, Foucault planteaba que, en toda época, resulta muy difícil que la gente pueda concebir las cosas y las palabras (también las exposiciones) fuera del marco de la episteme contextual en que tal gente existe. O lo que es lo mismo: resulta muy difícil que dejen de pulular por las bienales las mismas nociones, conceptos, preguntas; resulta bastante improbable que los comisarios escapen a esta fuerza centrífuga que les atrapa, al tiempo que también parece dudoso que, como espectadores, consigamos rehuir esos códigos y lenguajes, que proyectemos unas consideraciones e interrogantes divergentes frente a unas propuestas estéticas similares, las cuales, inevitablemente, influencian nuestra experiencia y nuestro modo de pensar.

Siendo consciente de esta problemática, el comisario de la 28ª Bienal de São Paulo (2008), Ivo Mesquita, trató de ser absolutamente rompedor con la que se denominó la Bienal del Vacío. En este sentido, Ivo Mesquita anunció que la bienal iba a dedicarse a no exponer nada. Declaró lo siguiente: «en el mundo hay más de doscientas bienales anuales que parecen estar interesadas en ver cual es la más grande. Creo que, en este momento, una bienal solo tiene sentido si muestra su capacidad analítica y crítica». Es el momento en que exponer supone no exponer nada y tenemos que resetear el imaginario curatorial, nos venía a decir Mesquita. Con esa motivación, con el fin de generar un cortocircuito en el mercado y en el sistema del arte (un «borrón y cuenta nueva»), se propuso dejar vacía la bienal, sin obras. En cambio, finalmente se descubrió que sí se llegaron a exponer obras de arte en esta bienal, con lo que se trataba esta formulación del comisario Ivo Mesquita más de un gesto teórico-discursivo que verdaderamente de una apuesta comprometida y genuina. De hecho, si revisamos aquel evento podemos comprobar que se expuso obra, en las plantas superiores, de 42 artistas procedentes de 22 países. Artistas, de hecho, muy conocidos, como Marina Abramović o Sophie Calle o también, por nombrar a algún español, Cristina Lucas o Javier Peñafiel.

«En el mundo hay más de doscientas bienales anuales que parecen estar interesadas en ver cuál es la más grande…»

Pareciera como si el imaginario curatorial se resistiese ante una propuesta radical que pretendía ser un punto de inflexión, una brecha, un antes y un después. Como anécdota, podemos rememorar el famoso incidente de los grafiteros que se colaron en los espacios vacíos de la bienal para hacer tagsy grafitis en las paredes vacías y los muros en blanco. En seguida, el servicio de vigilancia de la bienal les detuvo y se les impidió a la fuerza que siguieran haciendo grafitis. Explicaba Fernando Castro la significación de esta anécdota de forma muy clarificadora: «el imaginario expositivo se resetea. Deja vacías las paredes de los espacios bienalizantes, pero no permitenque otros hagan algo en el espacio vacío. Es decir, no era un ejercicio de replanteamiento, no era una tabula rasa».

Con aquella imagen de la «Bienal del Vacío» —no del todo carente de obras— en nuestra mente, podemos volver la vista a las bienales con las que se comenzaba el texto, la de Singapur y Taiwán, actualmente abiertas al público. Ambas son propuestas muy sugerentes. En el caso de la Bienal de Singapur de este año, denominada Natasha, esta se encuentra parcialmente concebida a través espacios de exploración para que el público deambule, descanse y converse. De hecho, espacios cotidianos como las bibliotecas regionales, el Yan Kit Playfield, la International Plaza y el icónico Singapore Flyer, son algunos de los múltiples lugares en los que los visitantes de la Bienal pueden experimentar el arte. Sobre este evento, en la web oficial se nos dice que la bienal pretende hacernos «reflexionar sobre el potencial transformador de la vida y sus relaciones: del yo a los demás, de lo humano a lo no humano, de lo vivo a lo no vivo y viceversa, y más allá». Igualmente, la Bienal de Taiwán (Love and Death of Sentient Beings) resulta muy atractiva, integrando a 32 grupos de artistas y colectivos. En cambio de nuevo nos topamos súbitamente con algo que nos suena, como si se tratase de un déjà vu: «la exposición pretende redefinir las relaciones entre humanos, entre humanos y otras especies, y entre humanos y mundo en la era digital». Pero es que, si volvemos la vista a la Bienal de Venecia de este año, que clausura este próximo 27 de noviembre, encontramos que esta también aborda toda una serie de cuestiones vinculadas a la convivencia entre lo humano y lo no humano.

Inevitablemente, nos da la sensación de que aquel gesto de «reset» —que no alcanzaba a ser más que un gesto propagandístico, más retórico que otra cosa— de la Bienal de São Paulo de 2008, no hubiera perdido la vigencia; todo lo contrario. Es como si, especialmente en el mundo de las bienales, fuera necesaria una verdadera tabula rasa, para empezar así a hacernos otras preguntas o para dejar que otros las hagan, que otros ocupen el espacio, que otros pinten, o hagan grafitis, como en el caso de la bienal comisariada por Ivo Mesquita, que finalmente más que una exposición del vacío resultó ser una imposición del mismo. Veremos qué nos depara el porvenir y si somos capaces de virar el rumbo, si somos capaces de escapar a de este eterno retorno curatorial, consiguiendo de tal forma que, en estos contextos, el déjà vu deje de ser la norma y recupere su efecto mágico.

(Singapore Biennale 2022, en Singapore Art Museum, Singapur. Desde el 16 de octubre de 2022, hasta el 19 de marzo de 2023)

(2022 Taiwan Art Biennial, en National Taiwan Museum of Fine Arts, Taichung, Taiwán. Desde el 5 de noviembre de 2022, hasta el 5 de marzo de 2023)